Mi llegada al pueblo; al mundo humano.

Tenía plena seguridad y convicción de que entre los humanos y comportándome como uno de ellos alcanzaría finalmente la felicidad. Pero había algo con lo que no había contado. Era cierto que llevaba más de un siglo observando a los humanos, y por ello conocía gran parte de sus idiomas, costumbres generales, tecnología, cultura y demás...pero había algo que no había tenido en cuenta. ¿Cómo debía comportarme yo? No estaba seguro de conocerlos tan a fondo como para poder pasar sin problemas por uno de ellos.
Una vez aterricé en el bosque que rodeaba aquel pequeño pero acogedor pueblecito, recorrí la distancia que me separaba de la entrada a éste y una vez que estuvo en la plaza...no sabía qué hacer. ¿Cómo debía comenzar? Tan solo tenía una buena cantidad de dinero humano que, no sabía cómo, mi familia había conseguido para que pudiera tener un techo nada más llegar. Sabía de sobra que con la cuarta parte de ese dinero podría comprarse una casa en condiciones pero lo que ya no sabía era ni dónde ni cómo.
En definitiva que no tenía ni idea de por dónde empezar.
"¿Qué mejor lugar para obtener información que aquello a lo que llaman Ayuntamiento?" pensé encogiéndome de hombros y dirigiéndome al mencionado lugar sin una idea clara de lo que decir una vez estuviera allí.
Cuando llegué ante la puerta respiré hondo y la abrí. Había poca gente y éso me tranquilizó. Con paso inseguro me acerqué a un pequeño pero elegante mostrador de mármol.
- Disculpe. He llegado nuevo a la ciudad y...la verdad no tengo mucha idea de lo que tengo que hacer...- dije esperando que mi ignorancia no fuera excesivamente rara y levantara sospechas.

Alcalde

Un hombre de mediana edad aproximadamente de unos 56 años se encontraba sentado en su butaca mirando varios papeles, una voz fuera de donde el se encontraba llamandole la atencion para luego escuchar la voz de su secretaria.

- No se preocupe, todo lo que tenga que saber, entre en la puerta detras de mi y el alcalde le ayudara en todo lo posible - contesto la joven con una sonrisa mientras se levantaba y se acercaba a la puerta, abriendola con suma delicadeza. - pase - dijo la muchacha

- Gracias.- contesté con una amable sonrisa.
Algo tímido, entré en la estancia perteneciente al alcalde del pueblo.
- Buenos días, señor.- saludé con inseguridad quedándome en la entrada de la habitación aún cuando la joven secretaria ya había cerrado la puerta tras de mí.

- Gracias, señor alcalde.- contesté cordialmente haciendo una leve reverencia antes de tomar asiento frente al prominente escritorio del hombre de mediana edad.
- Verá...soy nuevo en el pueblo, acabo de emanciparme pero la verdad es que no tengo mucha idea de por dónde empezar a formar mi propia...vida, por decirlo de algún modo. Mi familia me ha dado el suficiente dinero para conseguir un techo y aún me sobra para vivir tranquilamente durante un tiempo hasta que consiga trabajo pero ni siquiera sé dónde conseguir una casa...- le expliqué.

- Muchas gracias.- contesté notablemente más animado.
Enseguida me puse manos a la obra siguiendo los pasos a seguir en el formulario con la ayuda del alcalde.
Era un hombre extremadamente amable y éso me procuró una gran tranquilidad.
En apenas un rato ya había finalizado la labor, entregándole el papel correctamente relleno y firmado.

- No se preocupe por éso. Estoy más acostumbrado de lo que piensa a los "sucesos extraños"- contesté con una risilla misteriosa.
- Bien, entonces seguiré sus consejos y ésta misma tarde me pondré manos a la obra para buscar una casa.- añadí amablemente sin poder ocultar mi júbilo.

- Pues me informaré. Muchas gracias, señor. Me ha sido de gran ayuda, le estaré eternamente agradecido.- dije cordialmente haciendo una marcada reverencia- Hasta la vista.- me despedí con una sonrisa.

Conservando la sonrisa me giré para marcharme del lugar y comenzar a seguir todas las pautas e indicaciones que el alcalde me había dado. Pero lo primero era reconocer el lugar y aprenderme como mínimo los lugares más señalados del pueblo.
Caminando sin rumbo comencé a ver una aglomeración de gente dirigirse al mismo lugar. Curioso, decidí seguirles y cuando quise darme cuenta me hallaba en medio del que debía ser el mercado del pueblo.
- Vaya, cuanta gente.- murmuré asombrado.

Atónito y boquiabierto, observé la escena inmóvil en el lugar sin perder de vista a l muchacha que acababa de surcar el cielo para recuperar el globo de aquella pequeña. Miré a atodos lados pero nadie pareció sorprenderse de sus habilidades.

Saliendo al fin de mi asombro, quise saber más sobre aquella muchacha. Con inseguridad, me acerqué a ella aún demostrando en mi cara mi asombro.
- ¿Ayame-san?- dije tras ella repitiendo el nombre que había mencionado de mujer, deduciendo que era el de la muchacha.

- Ethrian...- me presenté sin salir aún de mi asombro- Disculpa pero...¿Aquí todo el mundo sabe lo que eres?- pregunté con curiosidad- ¿Hay más como tú?- añadí.

- Joder...Y he tenido que venir a vivir precisamente aquí...- murmuré para mí mismo tapándome la cara en un gesto de desesperación- ¿Esque no vais a dejarme en paz?- volví a susurrar ésta vez dirigiendo la mirada al cielo.

- Ya veo...- comenté con un suspiro- Entonces creo que no estáis del todo seguros conmigo en el pueblo.- añadí cabizbajo- ¿Puedes venir un momento a donde nadie nos vea?

Una vez me aseguré de que no estaba al alcance de nadie, desplegué mis alas.
- Soy un arcángel...- murmuré como si me avergonzara de ello- Y estoy en plena posesión de mis poderes. Renuncié a mi cargo por mi deseo de vivir como humano pero en vez de cortarme las alas me enviaron aquí con la oportunidad de volver. No tenía ni idea de que aquí convivían ángeles, demonios y humanos pero creo qe si queréis continuar viviendo tranquilos debería marcharme de aquí antes de que los de arriba intenten venir a buscarle al ver que yo no lo hago por mi propio pie.- le expliqué- No obstante, ¿podrías guardarme el secreto? desearía que todos me trataran como a un humano más; por lo menos hasta mi marcha.